La economía en
la que estamos todos tiene la necesidad de crecer continuamente. Esto provoca
que se vaya perdiendo paulatinamente el valor del dinero. Eso genera que aquellas retenciones que se
asignan a las pensiones, realizadas en la nómina de los trabajadores, vayan
perdiendo valor por esta circunstancia de crecimiento económico.
Por este
motivo, nuestro país adoptó hace tiempo el llamado “sistema de reparto
continuado” de las pensiones. Este se basa en la solidaridad y cooperación de
todos los españoles con sus mayores para
que estos puedan disfrutar de una pensión digna sin los perjuicios que les
ocasionaría la pérdida de valor del dinero que aportaron para sus pensiones. En
este sistema, los pensionistas reciben sus pensiones de las retenciones en
nómina que se les hace a los trabajadores. Así el pensionista puede recibir una
pensión actualizada al nivel económico actual.
Del mundo
anglosajón nos viene otro sistema diferente, basado en el egoísmo y la
competitividad de unos mercados especulativos que sólo persiguen el interés
propio y los beneficios indecentes a corto plazo. Este es el “sistema de
capitalización” de las pensiones. En
dicho sistema el trabajador recibirá su pensión de lo que él mismo aporte a un
plan de pensiones privado. Y ahora surge la pregunta: ¿cómo se soluciona el
problema de pérdida de valor del dinero aportado de cara a recibir una pensión
en el futuro? La respuesta es sencilla: a través de la especulación. Lo invertido
en estos fondos se utiliza para especular con bonos de deuda, petróleo,
empresas, inmuebles, y hasta con alimentos como el grano (trigo, cebada, arroz,
centeno, etc.)
En una nómina
prácticamente el 50% de su valor bruto se destina a retenciones que van a
impuestos que nutrirán las pensiones actuales. Es decir, de una nómina de 1.000
euros, alrededor de 500 euros van a impuestos. Entonces, ¿qué se espera de una
aportación de 50 euros a un plan de pensiones privados? Pues se espera que
quien esté a cargo de dicho fondo sea capaz de mover esos cincuenta euros y,
especulando, los convierta en quinientos euros.
La especulación
de un mercado financiero feroz como el de hoy trae consecuencias, no sólo para
nosotros, sino también para el de nuestros hijos. El dinero no puede seguir
siendo un fin en sí mismo, sino un medio, una herramienta que sirva al
verdadero fin: la satisfacción de las necesidades humanas básicas.
Por ello, manifiesto
mi apoyo a la existencia de un mundo real basado en relaciones humanas, con una
economía real basada en los principios de fraternidad, solidaridad y
colaboración, y con un dinero real que sirva como medio para la producción de bienes y
servicios no especulativos.
Miguel Ángel Escobedo
Cortés
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